Entre las revistas, las comedias románticas y las creencias generales de la cultura popular (muchas permanecen sólidas aunque no tengan fundamentos), las mujeres han pasado un buen tiempo adivinando lo que los hombres pensamos realmente. Desde interpretaciones llevadas por los pelos de nuestro lenguaje corporal o terribles consejos sexuales que leen en revistas como Cosmopolitan hasta la consulta privada con un adivino para que, a través de los astros, les diga lo que sentimos por dentro.
Lo admitimos, los hombres somos seres complicados también. Sabemos que tenemos problemas cuando se trata de comunicar lo que realmente queremos. Ya sea por miedo al rechazo, a comprometer nuestra masculinidad o a contradecir las normas culturales, preferimos a menudo no manifestar lo que pensamos. Lo terrible es que le dejamos a las películas románticas y melosas de Hollywood o a estas revistas de consejos incoherentes la tarea de “decirle” a ellas lo que sentimos. Para solventar eso, reunimos algunos postulados importantes que los hombres siempre pensamos sobre las mujeres pero que nunca lo decimos:
1. Por favor, ordenen postre
Hay tantas complicaciones mentales escondidas detrás de una decisión tan trivial (y placentera) como pedir un postre. Escuchar la frase “no, estoy llena” luego de haber pedido solo una ensalada es la muestra de una actuación predecible. Vender esa idea de que tienen un estómago tan pequeño como inhumano solo demuestra que no están cómodas consigo mismas. Si de verdad están llenas (porque comprendemos que nosotros comemos más y con menos remordimientos), si de verdad no les gustan los postres, bien, no hay nada que reprochar. Pero si no es así, lo mejor es evitar las maniobras psicológicas o las “normas dietéticas” que impone la sociedad. ¡Sean ustedes mismas! Ordenemos el brownie con helado y seamos felices ambos. En estos casos, al igual que con los orgasmos, lo falso no es nada sexy.
2. Den el primer paso (o, al menos, dennos una señal de confianza para hacerlo nosotros)
Incluso el tipo más “macho” e “insensible” no quiere enfrentar el rechazo. Entendemos que aceptar una invitación no quiere decir que tenemos las “puertas abiertas” para hacer lo que queramos. Pero si creen firmemente que no depende de ustedes comenzar la interacción íntima, al menos dennos señales con su lenguaje corporal: acaricien nuestro brazo, muestren una sonrisa cómplice… En fin, solo dennos una excusa clara, lo que sea, para alejar la posibilidad de que quedaremos como unos idiotas. Es lo único que hace falta, luego sabemos muy bien cómo continuar. Recuerden, aunque no hablemos mucho, aún no sabemos leer sus mentes.
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